Abandonado

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Hoy miro mi cuerpo desnudo en el espejo y no me reconozco. Lolita ya no está ni sus labios rojos lucifer dejan marcas en estas sábanas blancas y secas. Es tan absurdo. Más de 30… Wendy envejece con un dedal clavado en el pecho. No queda carne en las caderas de tanto vomitar manzanas que no envenenan. Lo único que baila en esta casa tan triste son los corsés sobre mi pecho desgastado. Abandonado.

Sobre mi espalda

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No pienso tatuarme tus besos fríos sobre mi espalda. Ha llegado el invierno. Es un domingo por la tarde del mes de enero y ya es de noche. Sobre la mesa no hay nada más que un cenicero con colillas y el rastro de tu ausencia. Ni la perra ladra. Ni las luces parpadean. Ni nada. Siento elevarse mi pecho. Todavía respiro. Respirar, sólo eso. Me pregunto cuándo dejé que se me escapara la vida. Por hacer algo. Me importa una mierda la respuesta. Debería leer o anestesiarme, pero me quedo en la nada. No sé si esto es autodestrucción o ansia de amor si es que ambas cosas no son la misma. Da igual. No pienso tatuarme tus besos fríos sobre mi espalda.

Y tenía tus ojos

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Es como si me hubiera quedado sin nada. Nada que decir, nada que escribir, nada que sentir, nada en el estómago, nada encima de las costillas ni alrededor de las muñecas.

Nada.

Vacío.

Ni siquiera muerte, que vino tan pronto y tenía tus ojos.

Para sentir algo, aunque fuese asco

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Mis manos, a veces, no fueron manos. Eran nudillos. Y me gustaban. Me gustaba tocarlos y sentir sus huesos. Huesos perfectos apenas sin carne que vomitar. Eran muñecas empuñadas que me torturaban. Me torturaban y me daban placer al mismo tiempo. Un placer irracional, enfermo, desde las manos. La enfermedad de mis manos que se deslizaban por cuerpos extraños. Para sentir algo, aunque fuese asco.

Como un siniestro sacrificio

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Un momento congelado en el estómago.
En el estómago vacío. En el vacío del estómago,
vacío de palabras,
de jugos, de animales, de deseo.
Ni fuerza para vomitar las imperfecciones.
Ni nada.

Como tener el corazón entre las manos y que la sangre se deslizase por mis brazos.
Como un siniestro sacrificio.

No me hables de amor

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No tengo ganas de resucitar. Me quedo aquí, donde nadie duele ni mis huesos lloran imperfección, No tiene piel, ni sangre, ni venas, ni nada… Son sólo huesos. Y ya no hay curvas donde enterrar cadáveres que se empeñan en hablar de amor. No tengo ganas de morir. No tengo ganas de resucitar. No me hables de amor.

Arrebatarme la niñez

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Sé que estás ahí, en algún sitio. En un recuerdo sin esperanzas o en la cicatriz invisible que recorre mis párpados cuando los cierro. Cuando me visto de rojo o me empeño en recorrer esta ciudad en leotardos y botas de agua. Sé que estás ahí, en algún sitio. En la desmemoria de un charco sucio o en la piel de mis labios. Cuando camino descalza y se me ensucian las plantas de los pies. Sé que estás ahí. Y, sin embargo, sigo jugando a arrebatarme la niñez.

Y bastaba

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Te quise, te quise y era como una canción de los Beatles, como si solo tú y yo hubiésemos descubierto la fórmula del amor, como si nadie más hiciera el amor, como si perdiéramos la virginidad en cada intento, pero sin miedo ni dolor. Éramos especiales, como April y Jack antes de ser los Wheeler, cuando bailaban y no les hacía falta soñar, porque no dormían, porque se tocaban y bastaba. Bebíamos cerveza a miles de kilómetros del Lower East Side de Manhattan. Y cerca de allí fuimos a morir, a las puertas del Edificio Dakota, donde asesinaron a Lennon. De repente, sin avisar. Nos matamos. Y bastaba.

Morir de frío

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Fue mirarnos a los ojos y verlo, ver que los dos estábamos tan tristes y tan solos que no nos quedaba más remedio que abrazarnos y quedarnos juntos para siempre. Y los dos sabíamos que para siempre no existe y que nadie está aquí para salvarnos, pero necesitábamos creer justo lo contrario, porque sí, porque la vida nos había puteado tanto que nos merecíamos esa mentira narrada tantas veces que ya formaba parte de nuestras miserias. No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces, pero acabamos de mirarnos a los ojos y los dos seguimos estando tan tristes y tan solos que no nos queda más remedio que quedarnos juntos en este para nunca donde lo único que tiene sentido es morir de frío.

Como si nada

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Es miércoles, pero te espero como si fuera un viernes de abril. Como si ellos no hubieran muerto. Como si no nos llegara la basura hasta las rodillas. Como si al llorar no se me pusieran los ojos más verdes y el corazón más rojo. Como si no hubiese dejado de ser ella. Como si la claridad no me aterrase. Como si no tuviese grietas en los dedos ni manchas en los dientes. Como si no hubiese intentado olvidarte con fantasmas que se metían desnudos en mi cama empapada. Como si el rojo ya no fuera el color de la esperanza. Como si hubiera esperanza. Te espero como si fuera un viernes de abril. Como si nada.