No es fácil caminar bajo las farolas naranjas de esta ciudad. Ni de ninguna otra. Leer los periódicos. O mirar al cielo buscando aquello que se esconde en las alcantarillas llenas de barro y orines. No es fácil hacerte el amor estrellándome en tu sexo. Ni el sexo con amor. No hay brújula que me coloque en el sitio adecuado. Y ya no hay tiempo.
fragmentos
La última vez que encendimos la noche
fragmentosY ya ni siquiera me acuerdo de cuándo fue la última vez que encendimos la noche. Solíamos saltar los charcos como kamikazes armados con botas de agua rojas y un sombrero que volaba hasta el barro. ¿Te acuerdas de aquellas canciones? ¿De que siempre era abril? Jugábamos a lanzarnos la pelota como si tuviéramos un perro canela y blanco, como si siempre fuese verano. Nos hacíamos el muerto en el mar hasta que nos daba un ataque de risa y tu garganta sabía a sal. Me mirabas tan serio a veces, hasta que te decía que eras un idiota. ¿Qué has dicho, que soy un idiota? Y volvías a lanzarme la pelota y nos inventábamos un perro y nos inventábamos que había margaritas y nos inventábamos la vida. Y nos cogíamos fuerte de la mano, hasta hacernos daño. Y nos metíamos en la cama y nos clavábamos las uñas, hasta hacernos daño otra vez. Y dormíamos con los meñiques de los pies entrelazados. Y siempre era abril. Y siempre sonaban aquellas canciones. Y siempre nos acompañaba aquel perro inventado. Y ya… Ya ni siquiera me acuerdo de cuándo fue la última vez que encendimos la noche.
No te voy a querer nunca
fragmentosA veces me quedo varada en esa parte de tu vida en la que no existo. Y miro a mi alredor, pero no me encuentro. No soy esa chica serena de mechas rubias y libros de antiayuda en la mesilla. Ni la comida con sus padres los domingos. Ni el aperitivo con los amigos de toda la vida de nueve a dos. Me pregunto, a veces, cómo será. Despertar a tu lado con la nuca sudada y los dientes sin lavar. El pelo revuelto y dolor de cabeza. Pero no consigo imaginarlo. No sirvo. Yo soy tu chica de cinco a ocho. La que te acaricia por debajo de las mesas en bares oscuros y poco céntricos. La que podría pasar por tu hermana pequeña, aunque sea mucho más madura y sea la única cuerda en este dos contra el mundo sin sentido. La que se abandona y coge un taxi a las cuatro de la mañana para que le regales dos horas de tu tiempo en una buhardilla que huele a pan antes de que te duches para no oler a mí cuando te acuestes con ella. ¿De veras no te sientes mal? A mí me encontraste en la calle y sabes que no te voy a querer nunca.
Emma Rouault
fragmentosMadame Bovary soy yo. O no. A la mierda la literatura. Quizá, simplemente, soy una sádica y me gusta jugar contigo. Y con él. Y con él. Y fantaseo con jugar con ella, pero es más lista que tú y no me deja. El amor no es amor. El amor es sexo. Y el porno poesía.
Y todavía, después de todo, después de tantos nombres con la inicial en minúscula, no sé a qué saben sus pieles o porqué duele tanto el amor. Lo único que sé es que ahí fuera hay mujeres limpiándose lágrimas de semen y hombres intentando que sus manos dejen de oler como Emma Rouault.
Estamos muertos
fragmentosTeníamos tanta vida entre las piernas que dejamos de comer. A mí me bastaba contigo. A ti te bastaba conmigo. Nos alimentábamos de nuestra carne. Y así, de tanto tú en mí, de tanto yo en ti, perdimos las formas. Perdimos la cabeza. Lo perdimos todo, excepto los huesos de nuestras caderas chocando muy lentamente. Un vaivén que nos desquiciaba y consumía hasta que nos corríamos como los animales que éramos. Caníbales en los huesos que se devoraban hasta las entrañas.
Hoy he vuelto a mirarme en el espejo. Desnuda. Han vuelto. Esas curvas que partían cuellos, han vuelto. No sé en qué momento engordé. No sé en qué momento la colcha se secó. No sé en qué momento la cama se convirtió en un ataúd.
Nos hemos muerto. Tú y yo estamos muertos.
Una feliz normal
fragmentosYo sólo quería ser una feliz normal. Ver la tele por las noches, un trabajo de ocho a tres, manicura francesa, depilación láser, las mechas en su sitio, un Polo en el taller, fotos de familia en el salón, comida con mis padres los domingos y una parejita de sobrinos a los que malcriar. Yo sólo quería ser una feliz normal. Respetar al prójimo, votar cada cuatro años como Dios manda, tener un amor codependiente con final de cuento de hadas. La hipoteca, la valla, los niños, el perro más listo que el hambre y más bonito que ninguno. Yo sólo quería ser una feliz normal. Y sentir a April Wheeler como a una extraña o, mejor todavía, no haber tenido nunca ni puta idea de quién es señora ni el maldito Richard Yates. Y no hay días en rojo. Y no hay tregua. Y ya ni siquiera existe Nueva York. Sólo aburrimiento resbalando por mis sienes.
Y bailamos
fragmentosEs viernes. Completamente viernes. Y bailamos. Me agarro a tus hombros y meneo la cintura porque prefiero el vaivén a contarte la misma canción que he contado siempre. Hay tantas cosas de mí que no sabes ni sabrás nunca. Calladita estoy más guapa. Y, si hablo, me atraganto. Se me tuercen las patas.
Nunca sabrás que chocaba con paredes de piel recién afeitada, que el olor a after shave me provocaba arcadas. Que no recuerdo sus manos, quizá sus tactos. Apenas media docena de nombres. Del resto ni eso.
Tampoco sabrás que me abría las venas buscando líquido rojo que me convirtiera en humana, que no lo encontraba. Que estaba congelada. Estúpida reina de hielo que sólo encontraba sangre entre sus piernas.
No. Me niego a que sepas que no era buena ni leal. Que jugaba con ellos y los coleccionaba y que a algunos lo tenía repetidos y otros se me repetían. Y que ya ni siquiera son cromos en mi memoria. No serás capaz de adivinarlo.
Porque hoy es viernes. Completamente viernes. Y bailamos.
Cae el telón
fragmentosSoy la palabra que no se pronuncia. El punto y la coma que se resbala. Un beso con puntos suspensivos y un orgasmo, o dos, con diéresis. Un paréntesis de apertura, uno de cierre y en el medio un punto, mi clítoris. Soy una mujer sin guión. Tu punto y final y seguido, su punto y aparte. Mis dos puntos. Fin del primer acto. La tilde en el pezón izquierdo, una letra compuesta en el derecho. La negrita en las pestañas. Y cuerpo en minúscula y cursiva. Tinta en la piel. Una pe, una i. Tu epílogo, su prólogo. Una nota a pie de página. Monólogo interior. Cae el telón.
Y nos entenderemos
fragmentosBúscame cuando ya no tenga nada que decirte. Cuando me haya quedado muda y sólo tenga caricias que te hablen. Cuando las palabras no se conviertan en un laberinto siniestro del que es imposible escapar. Cuando no me hagan trampas laístas, loístas, leístas y hasta laicistas. Cuando no titubee intentando regalarte una metáfora ñoña y absurda, como yo. Cuando las eses de niña bien no resuenen en tu cabeza horas después de haberte marchado. Cuando no me sienta incapaz de ser graciosa, ágil, y me atragante.
Cuando no tenga nada que decirte, sólo quedarán nuestras lenguas. Y nos entenderemos.
Tan rara
fragmentosPadre dormitando aferrado al mando a distancia. Un partido de baloncesto en el televisor. El volumen demasiado alto. Atrona ru(t)ina. En los auriculares suena la voz de Nacho Vegas, dice que habla solo, que bebe té. Y yo hablo con él. Le digo que no hay guerra más cruel que la de uno contra uno mismo. Justo allí, cerca del cielo. La perra se tumba en la puerta donde está la jaula de la coneja. Espera que salga. No quiere comérsela. Sólo demostrar quién manda. Me suena. Es la ru(t)ina de esta España tan rara.