Ojalá pudiera mirarme a través de sus ojos. Descubriría mañanas eternos. Ordeñaría mis pechos con ansia, como si en ellos se escondiera el manantial de la eterna juventud. Y mis ojos… Quemándome y deshaciéndome a su antojo. Cuencas vacías llenándose de vida. Esos minúsculos gusanos blancos, asquerosos, volarían lejos. Imposible alcanzarlos. Y mi boca… Pequeña incluso para besar. Piedra de toque de las noches de invierno. Jugaría a retarme. Y ganaría.