Fue mirarnos a los ojos y verlo, ver que los dos estábamos tan tristes y tan solos que no nos quedaba más remedio que abrazarnos y quedarnos juntos para siempre. Y los dos sabíamos que para siempre no existe y que nadie está aquí para salvarnos, pero necesitábamos creer justo lo contrario, porque sí, porque la vida nos había puteado tanto que nos merecíamos esa mentira narrada tantas veces que ya formaba parte de nuestras miserias. No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces, pero acabamos de mirarnos a los ojos y los dos seguimos estando tan tristes y tan solos que no nos queda más remedio que quedarnos juntos en este para nunca donde lo único que tiene sentido es morir de frío.